Existen diversos sistemas de clasificación que permiten
apoyarnos para el diagnóstico de diversas patologías y que específicamente en
relación a los procesos mentales se encuentra el DSM (Diagnostic and Stastical
Manual of Mental Disorders) el cual
dentro de los sistemas de clasificación se plantea como uno de los más
importantes al cubrir la falta de fiabilidad al ser objetivos en la definición
de las categorías diagnosticas así como por disminuir la variabilidad en la información recogida por el
clínico sobre la que se va a basar el
diagnostico. El DSM es actualmente el manual más importante
considerado para el diagnóstico y
clasificación de las enfermedades mentales, publicado por la APA (Asociación
Americana de Psiquiatría), desde 1952 y hasta la fecha se han publicado cinco versiones
y dos revisiones, siendo la ultima el 18
de mayo de 2013.
Ha sufrido diversas modificaciones que pretenden adaptarse a
las nuevas informaciones, descubrimientos e investigaciones que actualizan los
diversos trastornos mentales, pasando desde su primera versión en 1952 de
108 trastornos mentales a 182 en el
DSM-II(1968), a 265 en el DSM-III (1980), seguida de la versión DSM-IIIR (1987)
con 292 diagnósticos a 354 categorías en el DSM IV publicado en
1994, seguida por su revisión del DSM
IVR en 2000 sin sufrir modificaciones significativas, hasta el último DSM V
donde tampoco sufre cambios significativos en el número de trastornos.
Esta aceptación se encuentra ampliamente extendida aunque al
basarse y tener un su origen en una
concepción médica, no reflejan la concepción ambientalista que los
psicólogos pretendiesen. Vizcarro (1996). Un ejemplo de ello consiste en el
hecho de tomar en cuenta lo que es bueno o malo de acuerdo a las diferentes
sociedades en las que pretendamos valorar a un determinado individuo, basta
decir que hasta la segunda versión del DSM la homosexualidad era considerada un
trastorno mental, que tuvo que replantearse por el medio social en el que
actualmente vivimos.
EL DSM puede
considerarse como un sesgo de actor-observador que se refiere a la tendencia de
enfatizar causas internas, en el cual se pretende unificar los criterios de
inclusión y exclusión necesarios para poder llegar a la conclusión de un
determinado trastorno mental, disminuyendo de esta forma la variabilidad de los
juicios emitidos por los diferentes jueces. Sin embargo permite una
jerarquización entre diversos trastornos que podemos encontrar en un mismo paciente,
de esta forma estableciendo la posibilidad de encontrar más de un padecimiento
en un mismo paciente.
Otro factor a considerar al utilizar un sistema de
clasificación y considerar que la estos son de una forma u otra arbitrarios es
que este se encuentre realmente centrado en los procesos clínicos para los cuales
fue creado y que no se contamine en su desarrollo por factores externos y
principalmente económicos, traducido esto que no apoye a la industria
farmacéutica en aras de sobre diagnosticar a
una población clínicamente sana otorgando falsos positivos en el diagnóstico
que eleven las ventas de diferentes medicaciones principalmente ansiolíticas y
antidepresivas, recordemos que las ventas del DSM aportan el 10 % del ingreso
para la APA, cifra muy inferior a la que constituye la venta de medicamentos
psicotrópicos.
Por tanto es de suma importancia que cualquier sistema de
clasificación como los es en el caso específico del DSM sea fiable, sensible,
especifico y valido como lo concluye Vizcarro (1996)